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  • Ciclo Sinfónico-Coral Temporada 2022-2023
  • Concierto 1º abono. Música Vida Libertad
  • Auditorio Nacional – Sala Sinfónica
  • Sábado 29 octubre 2022 – 22:30
  • Programa: Salmo 114 (Cuando Israel salió de Egipto) de F. Mendelssohn; estreno absoluto de Homenaje a Ilse Weber, de Alejandro Vivas; Las aventuras de Robin Hood de E. W. Korngold; Finlandia de J. Sibelius; y Suite para una orquesta de variedades (Suite de jazz nº 2) de D. Shostakóvich.

Para vivir, para sobrevivir, incluso para morir. La directora de orquesta Silvia Sanz, al frente de la Orquesta Metropolitana de Madrid y el Coro Talía inauguró el pasado 29 de octubre la nueva temporada del Grupo Talía en el Auditorio Nacional con el concierto Música, vida, libertad, un concierto que nos hablaba del valor de la música en circunstancias adversas y de músicos que vivieron en tiempos de guerra, opresión y persecución. Obras de Mendelssohn, Sibelius, Shostakóvich y Korngold llenaron la Sala Sinfónica de gran música, a la que se añadió el conmovedor y aplaudido estreno de la obra Homenaje a Ilse Weber de Alejandro Vivas, una obra compuesta especialmente para este concierto.

Una gran orquesta para un gran día

El concierto fue especial por su temática y por otros motivos. Por fin no había mascarillas y los músicos pudieron tocar y dar las gracias al público con una sonrisa que durante más de dos años no ha podido verse. En el escenario, además, había una orquesta poco habitual, gran despliegue de instrumentos de percusión, dos pianos, acordeón y cuatro saxos, un instrumento poco frecuente en la orquesta y de cuyo timbre pudimos disfrutar en las obras de Korngold y Shostakóvich.

Música, vida, libertad…

Como expresó Silvia Sanz en el programa de mano, “La música lo abarca todo. Nos acompaña para alegrarnos, para consolarnos, para impulsarnos, para reflexionar, para reivindicar, para soñar o para imaginar. La música sale del corazón y llega al corazón y es lo que deseamos que ocurra en cada uno de los conciertos de esta temporada. Dejemos que llegue a cada uno de nosotros y nos emocione.” Con esta premisa se inauguraba la Temporada 2022-2023. No fue una inauguración al uso, con uno de esos clásicos con tirón que garantizan que las salas se llenen. Fue una inauguración en la que había, sobre todo, un gran homenaje a la música, a los músicos y a quienes aman la música. Por eso fue un concierto con la emoción por bandera en el que el público pudo disfrutar de obras excelentes, de carácter muy diverso, pero con un nexo común que podría ser “el músico y sus circunstancias” o “la música y sus circunstancias”, porque, aunque las obras sobrevivan a sus creadores, esas circunstancias, cuando son nefastas, las abocan a veces al olvido o al silencio.

Un canto de liberación

Condenar la música al silencio. Eso fue justo lo que ocurrió con la música de Mendelssohn en tiempos de Hitler cuando los nazis derribaron el monumento en su honor levantado en Leipzig. No podían tolerar su ascendencia judía y sus obras fueron silenciadas. Fue la fantástica música coral de Mendelssohn la que abrió el concierto con el Salmo 114 (Cuando Israel salió de Egipto), que evoca la liberación del pueblo de Israel y los portentos narrados en el Libro del Éxodo. La obra es una joya. Compuesta para orquesta y coro a 8 voces, se distribuye en varios movimientos cuyo carácter va en consonancia con lo que cuentan los versos del salmo. En los agitados y veloces arpegios de la orquesta pudimos ver cómo se separaban las aguas del Mar Rojo y cómo retrocedía el río Jordán para facilitar el paso de los israelitas. Y en las perplejas interpelaciones del coro contemplamos la roca convertida en manantial.

Entre el desgarro y la ternura

El concierto, que había comenzado con un canto de liberación, nos situó de golpe en el horror del Holocausto con los desesperanzados versos de Ilse Weber, víctima del exterminio nazi. Esta compositora y escritora, fue primero deportada al gueto de Theresienstadt y después asesinada, junto a su hijo menor, Tommy, en Auschwitz. Es la autora de una dulce canción de cuna, Wiegala, que se cuenta que cantó a los niños cuando eran conducidos a la cámara de gas. Este fue el punto de partida de la obra para coro y orquesta que el músico Alejandro Vivas compuso especialmente para este concierto: Homenaje a Ilse Weber. Una atmósfera densa, oscura, de miedo e incertidumbre en la introducción orquestal y después…, los versos de Ilse. Pertenecen a un poema que describe el “sufrimiento sin medida” de los deportados: “Este es el camino de Theresienstadt, que bebió la sangre de nuestro corazón, en cuyo trazado pedregoso cayeron moribundos muchos ancianos exhaustos”. Desgarradora la primera parte de la obra y tierna la segunda con la introducción de la nana Wiegala, el dulce abrazo musical que tranquilizó a aquellos niños camino de la muerte.  ¡Ojalá esta hermosa obra, que transita del desgarro a la ternura, pueda interpretarse más veces!

Azar y destino

Concluyó la primera parte del concierto con Las aventuras de Robin Hood del compositor E. W. Korngold, uno de los grandes pioneros de la música sinfónica de cine y fuente de inspiración para grandes compositores de hoy como John Williams. Aquí la música y sus circunstancias jugaron a favor del compositor. Erich Wolfgang Korngold pertenecía como Ilse Weber a una familia judía. Era ya un prestigioso compositor en Viena cuando los nazis se anexionaron Austria en 1938. La situación era cada vez más angustiosa para él y su familia. Entonces llegó un encargo de Hollywood: la banda sonora para la película Las aventuras de Robin Hood. A punto estuvo de rechazarlo, pues pensaba que hacer música para una película de aventuras no se adaptaba a su estilo. Sin embargo, lo aceptó y acertó. El encargo “le salvó la vida”. Marchó a Estados Unidos con su familia y pudo librarse de la persecución nazi. Además, creó una obra maestra. Escuchar su música fue recordar las escenas de amor, luchas y aventuras de la mítica película que protagonizaron Errol Flynn y Olivia de Havilland.

La historia de una lucha

Así hablaba el compositor finlandés Jean Sibelius de su poema sinfónico Finlandia. La Orquesta Metropolitana inició la segunda parte del concierto con la interpretación de esta conocida obra de Sibelius compuesta cuando Finlandia estaba sometida al Imperio ruso. La música narra la lucha contra la opresión y termina con un himno al que tiempo después se puso letra y con el que el Coro Talía se sumó a la orquesta: «¡Oh!, Finlandia contempla el brillante amanecer que ha vencido a la noche y la tristeza. Oigo a la alondra gozosamente cantar, cómo la vergüenza y la servidumbre se han desvanecido. Un nuevo día traerá nueva libertad. ¡Vuelves a ser libre Patria mía!». Un emocionante final para una gran obra que tuvo siempre un gran significado extra musical.

Y la alegría de una orquesta de variedades

La música de Shostakóvich fue el memorable punto final del concierto. El compositor soviético tuvo apañárselas para salir con bien de los arbitrarios juicios del régimen de Stalin, que lo mismo lo ensalzaba que condenaba y censuraba sus obras. De este autor se interpretó la popular Suite de jazz nº 2, aunque su verdadero título es Suite para una orquesta de variedades, que es a lo que realmente suena su música. El caso es que se popularizó con el título que no le corresponde debido a un error de catalogación que se descubrió en los años 90, cuando apareció la música que realmente componía la Suite de Jazz. La interpretación de la Metropolitana brilló especialmente en esta obra al ritmo de sus marchas, danzas, polkas y valses. Además, pudimos disfrutar de las excelentes intervenciones solistas de los miembros de la Orquesta Metropolitana (que hubo tanto en esta obra como en otros momentos del concierto), al escuchar el cálido timbre de los saxos, tan ágiles en sus pasajes veloces y virtuosos, el sonido de los dos pianos, el acordeón, el xilófono, el flautín o el clarinete, entre otros.

La obra más popular de Shostakóvich

Si uno mira las fotografías de ese hombre tímido que fue Shostakóvich, siempre ve a un tipo serio. Sin embargo, este compositor, con un estilo personal y original, gustaba de jugar con la rítmica y los contrastes y también con el humor, el sarcasmo y la ironía. Sin duda, el público gozó y disfrutó de esta obra, de sus momentos más líricos y de pasajes más movidos: música de aire popular, que vuela y despeja las mentes con el vaivén de ritmos y melodías que nos trasladan al mundo del music hall, del cabaret y la música de baile. Su momento más conocido es el famoso Vals nº 2, que muchos asocian a la imagen de Tom Cruise y Nicole Kidman en la película Eyes wide shut de Kubrik. Este vals pertenece a la banda sonora que Shostakóvich compuso para la película El primer escalón (1955), de M. Kalatózov, donde se cuenta la historia de un grupo de la Kommosol (una organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética) que se traslada a la estepa de Kazakhstan para desarrollar cultivos en terribles condiciones climatológicas. Y ahí escuchamos la música como lo que es, la que marca el ritmo de un vals que la gente del pueblo baila en la calle en un día muy frío.

Los bises

Llegó la hora de los aplausos, y de dar las gracias con más música. Coro y orquesta interpretaron entonces “Va, pensiero”, el famoso coro de esclavos de la ópera Nabucco de Verdi, siempre bien recibido y que conlleva también gran carga simbólica, ya que los italianos de la época hicieron de él un canto contra la opresión extranjera. Y hubo un bis más. La música del Vals nº 2 de la suite de Shostakóvich voló de nuevo por la Sala Sinfónica. Por cierto, siempre que lo escuchamos terminamos tarareando una antigua canción popular española: “Yo te daré, te daré niña hermosa…” Hay quien dice que Shostakóvich pudo escucharla a los niños de la guerra españoles que fueron llevados a la Unión Soviética… Sea como fuere, el famoso vals fue el cálido y aplaudido cierre del primer concierto de la temporada.