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Inaugurado el Ciclo Batuta 22-23 con el concierto Los pinceles de la música y la obra Cuadros de una exposición

  • Ciclo Batuta: Los pinceles de la música
  • Auditorio Nacional – Sala Sinfónica
  • Sábado 19 de noviembre de 2023 – 11:30
  • Orquesta Metropolitana de Madrid
  • Directora titular: Silvia Sanz Torre
  • Programa: Cuadros de una exposición de M. Músorgski (versión orquestada de M. Ravel) y breves ejemplos musicales de otros autores.

El pasado sábado 19 de noviembre el Grupo Talía inauguraba el segundo de sus ciclos en la presente temporada de conciertos, el Ciclo Batuta, con un concierto titulado Los pinceles de la música dedicado a un gran clásico, Cuadros de una exposición. El compositor ruso Modest Músorgski fue el creador de esta obra para piano, original y sorprendente, y otro gran músico, Maurice Ravel, genial orquestador, fue el autor de la adaptación para orquesta que más se interpreta. La directora Silvia Sanz, al frente de la Orquesta Metropolitana de Madrid, se encargó de desgranar la obra y permitir qué el público pudiera ver con su imaginación los cuadros que Músorgski pintó con su música.

Los pinceles de la música

Como todos los del Ciclo Batuta, fue un concierto matinal. Antes de las once y media, familias con niños y todo tipo de público y de muy diferentes edades iban llegando a las puertas de la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional.  A la entrada, se nos entregaron unas cartulinas de colores: azul, rojo, amarillo y verde. Sí, los colores del parchís. ¿Para qué? No lo descubriríamos hasta el final del concierto, un concierto que se titulaba Los pinceles de la música y, claro, colores, pinceles, cuadros… En estos conciertos música y palabra se complementan. La orquesta interpretó el primer movimiento de Cuadros de una exposición: Paseo o Promenade y Silvia Sanz tomó la palabra para convencernos de que a través de la música podemos ver formas, personajes, escenas, paisajes, movimiento y también colores y que los grandes compositores han pintado con su música “como si tuvieran pinceles que pintan un cuadro”.

Cuadros convertidos en música

Nos habló de Músorgski y del contexto en el que compuso la obra para piano Cuadros de una exposición. Su gran amigo, el arquitecto y pintor Víktor Hartmann murió repentinamente. En su recuerdo se organizó una exposición póstuma y Músorgski se inspiró en sus dibujos y pinturas para componer su música. No todos los cuadros que describe estuvieron realmente en la muestra y algunos eran diseños arquitectónicos, de vestuario o de objetos de decoración, pero Músorgski conocía bien las creaciones de su amigo.

Los sonidos de un paseo

Para ver una exposición, hay que caminar, pero no como se camina por la calle cuando quieres llegar a un sitio a una hora determinar. Es más bien pasear, deambular, ir de un cuadro a otro, de una sala a otra. Músorgski lo describió en un moviento que se llama Promenade o Paseo, que presenta al inicio de la obra y que repite varias veces con algunas variaciones para enlazar unos cuadros con otros.. La directora quiso contrastar este deambular con el ambiente de prisas en una ciudad concurrida y ruidosa para lo que seleccionó uno de los momentos más conocidos de Un americano en París, de George Gershwin. A lo largo del concierto escucharíamos también el Paseo en trineo de Leroy Anderson, con sus cascabeles, el trotar del caballo y su relincho, que imita la trompeta al final de la pieza, y nos propuso imaginar un paseo en barco, en bicicleta… con distintos pasajes musicales.

Un gnomo grotesco y un trovador amante

Y fuimos parándonos en cada cuadro. Escuchamos y vimos El Gnomo, grotesco y malvado. Comparó los recursos de Músorgski con las técnicas que tiempo después se usaron en los dibujos animados (el mickeymousing), cuando la música describe lo que pasa en la imagen, cuando alguien se cae, se da un golpe, un susto o sale corriendo. Nos detuvimos ante El viejo castillo. Aquí la música presenta un ostinato (un diseño rítmico o melódico que se repite) y un pedal (una nota tenida que no cambia) mientras suena una melodía que representa el canto de un trovador y que curiosamente Ravel, en su orquestación, adjudicó a un instrumento moderno como es el saxofón.  Silvia Sanz nos ilustró con ejemplos de otros ostinatos, como el procedente de la St. Paul Suite de Gustav Holst o el motivo rítmico del Bolero de Maurice Ravel, y de melodías trovadorescas como la de Greensleaves, que dicen que compuso Enrique VIII para Ana Bolena.

Niños en el parque, un carro de bueyes y polluelos saltarines

Tullerías fue el siguiente cuadro, con las cantinelas de los juegos infantiles en un parque. La directora explicó que este movimiento está compuesto en modo lidio, un tipo de escala cuya sonoridad hace que se utilice mucho para describir ambientes fantásticos, mágicos o de ensoñación. Fue el momento de escuchar otro ejemplo con unos compases de la banda sonora de E.T. y, en lugar de pasear, volar en bicicleta. Regresamos a los cuadros para movernos al ritmo de un carro tirado por dos bueyes que se acerca y se aleja, un movimiento que expresa la orquesta con el crescendo y decrescendo del sonido. Este cuadro se llama Bydlo, que en polaco significa ganado. Y el siguiente fue Ballet de los polluelos en su cascarones, diseño de vestuario para un ballet en el que el compositor representó el piar de los pollitos y sus rápidos movimientos, una buena excusa para escuchar breves ejemplos de otras descripciones de animales como Pollos y gallinas de El carnaval de los animales de Saint-Saëns y el canto de las aves en la Primavera de Vivaldi.

Un descanso y continúa la visita

Llegó la hora de hacer una pausa con un toque de humor. Los músicos salieron del escenario sin dejar de tocar sus instrumentos al ritmo de la Marcha Radetsky de Johann Strauss padre. Finalizado el descanso, continuó la visita musical a la exposición con Samuel Goldenberg y Schmuyle, que son en realidad dos cuadros que representan a dos judíos polacos, uno rico y otro pobre. El ritmo lento y pomposo define al rico Goldenberg, mientras la trompeta, con notas convulsivamente repetidas, describe los lamentos del mendigo. El siguiente cuadro nos situó en la agitación de El mercado de Limoges y la discusión de un grupo de mujeres. Silvia Sanz nos explicó cómo los instrumentos también parecen pelearse y hablar al mismo tiempo y con qué recursos se representa un momento de tumulto y caos. El último acorde nos llevó directamente al siguiente cuadro, Catacumbas. Escuchamos el eco en los subterráneos en la sección titulada Sepulcrum romanum y nos envolvió el ambiente fantasmagórico de la segunda sección, Cum mortuis in lingua mortua.

Que viene la bruja

Cabaña sobre patas de gallina es el cuadro que representa la casa de la bruja Baba-Yaga, un personaje del folclore ruso que se comía a los niños que se adentraban en el bosque. El cuadro era un diseño para un reloj de bronce, algo puramente decorativo, aunque Músorgski quiso plasmar el vuelo de la bruja y su carácter malvado. Fue el momento para recordar, con la música de Edvard Grieg, cómo Peer Gynt consiguió escapar de la Gruta del Rey de la Montaña, primero con pasos sigilosos y, una vez descubierto, a todo correr para no ser alcanzado por los malvados trolls; o revivir momentos de suspense y peligro con algunos compases de las bandas sonoras de Tiburón o Gladiator.

Salir por la puerta grande

El último cuadro de la exposición es la Gran puerta de Kiev, un diseño de Viktor Hartmann para la construcción de una puerta monumental en honor del zar Alejandro II que nunca llegó a construirse. El movimiento describe la grandeza y solidez del monumento y se funde con el tema del Paseo. Y así concluye la obra, como si pasáramos bajo esa gran puerta al son de las campanas y del gong. “El mérito de la música -afirmó Silvia Sanz-, es que es capaz de comunicar lo que no se puede pintar y lo que no se puede decir”.

Los colores de la música

Y entonces la directora preguntó de qué color sería la música que acabábamos de escuchar. Explicó qué era la sinestesia y cómo algunas personas veían formas o colores al escuchar música. Así que propuso un experimento. Era el momento de utilizar las cartulinas. Se escuchó la exclamación de una niña: ¡Bieeeen! Por fin iba a saber para qué servían. ¿Pondríamos colores a la música? Se trataba de escuchar fragmentos de obras diferentes y levantar una de esas cartulinas. ¿El resultado? En el Adagio de Albinoni, muchísimas azules, seguidas de verdes. En Una noche en el monte pelado, de Músorgski, mayoritariamente rojas. En la Sinfonía Pastoral de Beethoven, mayoría de verdes, y también muchas amarillas, y en la “Marcha de los toreadores” de Carmen de Bizet, amarillas y rojas. Interesante, ¿verdad?