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Cerca de 2300 personas, entre ellas, muchísimos niños, disfrutaron de la sexta edición del concierto anual para familias del Grupo Talía narrado una vez más por Goyo González

  • Concierto Música y Juguetes
  • Sábado 28 de enero de 2023 – 11:30
  • Auditorio Nacional de Música
  • Orquesta Metropolitana de Madrid, Coro Talía, Coro Talía Mini.
  • Narrador: Goyo González
  • Directora titular: Silvia Sanz Torre.
  • Programa: música clásica interpretada solo con juguetes y música de dibujos animados, bandas sonoras de cine familiar y obras clásicas de distintas épocas y estilos con orquesta sinfónica y coro.

La mañana del sábado 28 de enero fue muy diferente en el Auditorio Nacional de Música. Contemplar la Sala Sinfónica completamente llena, repleta de familias y con tantísimos pequeños era una visión feliz, especialmente después de que las dos últimas ediciones de Música y Juguetes (2021 y 2022) estuvieran marcadas por las circunstancias que imponía la pandemia (mascarillas, restricciones de aforo, etc.). Ha sido la sexta edición de Música y Juguetes, un concierto que ha creado marca en el Grupo Talía y que, narrado una vez más por el gran Goyo González, brilla por esa especial conexión entre público e intérpretes. A la Orquesta Metropolitana de Madrid y el Coro Talía se unieron las voces del Coro Talía Mini, todos bajo la batuta de su directora titular, Silvia Sanz.

Músicos que se sienten como niños

Es imposible no sonreír en este concierto. Basta con ver a los profesores de la Orquesta Metropolitana de Madrid sentados ante una batería o un piano diminutos con la cola del frac arrastrando por el suelo, trompetas y trombones de plástico, un mini acordeón, tecladitos de colores, xilopianos, bocinas, cocodrilos, manos-robot, tamborcillos de plástico, pelotas… Afinar, no afinan, pero es una divertida transgresión convertir la música en un juego, pues para eso son los juguetes, para jugar; lo llenan todo de color y suenan como lo que son, simples juguetes.

Niños que se sienten como músicos

Daba gusto verlos. Si uno recorría con la mirada la Sala Sinfónica, por aquí y por allá encontraba niños que imitaban los movimientos de la directora, Silvia Sanz. En una de las filas más altas del segundo anfiteatro, una pequeña en pie abarcaba con sus brazos la orquesta completa y marcaba el pulso de la obertura de El Barbero de Sevilla, Mientras, en el patio de butacas, se veía a otra niña mover sus bracitos como si manejara una batuta.  Otros se convertían en improvisados percusionistas y golpeaban con fuerza un bombo imaginario o los timbales a dos manos. Y otros  se movían al ritmo de la música y bailoteban. Papás y mamás señalaban a cada momento alguno de los instrumentos para explicar qué era o cómo se llamaba o para que se fijaran en cómo sonaba o cómo se tocaba, pendientes siempre de que estuvieran atentos, lo pasaran bien y se fijaran en detalles de los que pudieran aprender.

La oportunidad para escuchar a una orquesta sinfónica

Música y Juguetes fue un año más un concierto para pasar un rato estupendo de música en familia, una oportunidad para que los niños conocieran una sala de conciertos y una ocasión para, además de escuchar música interpretada con juguetes, pudiesen apreciar el sonido de una orquesta sinfónica y de dos coros de diferentes características (Talía y Talía Mini) con la música que ellos conocen: canciones de cine familiar y de dibujos animados y, de paso, algunas obras de música clásica fáciles de escuchar para ellos. Es un concierto en el que todo cabe y una Sala Sinfónica llena en su sexta edición viene a demostrar que la fórmula funciona.

Una historia de Alejandro Vivas contada por Goyo González

El compositor, arreglista y pedagogo Alejandro Vivas es el responsable de las adaptaciones musicales para juguetes, de los arreglos de música de cine y dibujos animados y es, además, el autor del ingenioso guion al que dio vida el presentador de radio y televisión Goyo González, otra de las piezas indispensables de este concierto en el que ejerce de maestro de ceremonias desde su primera edición, enriqueciendo la narrativa con su gran sentido del humor, sus ocurrencias y sus divertidas improvisaciones.  Silvia Sanz y Goyo González se entienden a la perfección en el escenario y se nota.

Doña Blanca de Larga Duración y la Orquesta Pon

Como todos los años, abrió el concierto el Bolero de Ravel con el singular sonido de los juguetes. La imagen del percusionista Daniel Alonso, prácticamente plegado en un pequeño taburete, con sus piernas encogidas ante una diminuta batería es todo un clásico de este concierto. Tras el Bolero, Goyo González nos fue contando la historia creada por Alejandro Vivas para dar paso a cada una de las obras del programa. Como es habitual en los cuentos musicales de Vivas, el guion estaba salpicado de divertidos juegos de palabras con alusiones musicales y al tema en torno a la cual que giraba la historia, las interrupciones de los móviles, y que no se revela hasta el final. El inicio del relato nos situaba en el ensayo previo al concierto que la Orquesta Pon, dirigida por Doña Blanca de Larga Duración, tenía que ofrecer en el palacio del Conde Nicolai-Fon. Cuando la directora comenzó a ensayar una obra nueva, sonaron las cuatro primeras notas y los músicos dejaron de tocar y se pusieron a buscar algo por todos los sitios.

El misterio de las cuatro notas

Doña Blanca probó con la obertura de El barbero de Sevilla de Rossini y todo fue bien. Volvió entonces a intentar con la obra nueva y ocurrió lo mismo: cuatro notas y los músicos nerviosos buscando aquí y allá, algo tan raro como “encontrar una piña en el fondo del mar”, lo que dio lugar a uno de los potpurrís de dibujos imprescindibles en Música y Juguetes. La directora preguntó: “¿Estáis listos chicos?”. Público y músicos respondieron a una: “Sí, mi capitán”.  Se escucharon entonces las animadas canciones de Bob Esponja, Caillou o Dora, la exploradora. Y, entre los sucesivos intentos del ensayo de la imaginaria Orquesta Pon para tocar la nueva partitura, se colaron bandas sonoras como Piratas del Caribe; también canciones de dibujos de hace pocas décadas o muchas más como Mazinger Z, Popeye, Vickie el vikingo, El inspector Gadget, Pipi Calzaslargas o Los Picapiedra, que entusiasmaron a los mayores; y, además, la simpática Sinfonía de los juguetes de Leopold Mozart con instrumentos de cuerda y juguetes.

Música de dibujos al estilo de Bach

Doña Blanca quería buscar la manera de salir de aquellas insistentes cuatro notas y recordó cuando su maestro Jesusín Fónico le explicaba que a partir de cuatro notas se podía componer una gran sinfonía. Eligió una melodía simple, la de Pepa Pig, que todos pudimos escuchar en el xilófono y, a continuación, pidió a los músicos que improvisaran. Así fue como sonó otra de las creaciones de Alejandro Vivas que, a partir de este conocido tema de dibujos animados, desarrolló una preciosa fuga barroca al estilo de Bach. De pronto, comenzó a hacer mucho frío en la sala de ensayos. Acababa de entrar la princesa Elsa y todos se quedaron helados. Fue el momento de Frozen, banda sonora que puso fin a la primera parte del concierto, en la que los pequeños pudieron apreciar la dulzura de un solo de violín, que interpretó el concertino, José Gabriel Nunes, previo a la canción “Por primera vez en años”.

Los juguetes marcan el ritmo

La segunda parte se inició con mucho ritmo y una batucada con juguetes por culpa de unos amigos del Conde Nicolai-Fon que se colaron en la sala de ensayos armando mucho jaleo. El Mariscal Catel puso orden y exclamó: “¡Os quiero ver ensayar como oruguitas!”. Entonces una voz emergió desde el banco del coro Talía Mini para responder: “¡Será como hormiguitas!”. Pero no tenía razón. Era como oruguitas, ya que orquesta y coros interpretaron un medley con algunas de las canciones más conocidas de las películas Encanto y Coco. Escuchar los fantásticos solos de Marcos Quesada (trompeta) e Iker Aierbe (trombón) en el arreglo instrumental de «No se habla de Bruno» así como la canción “Dos oruguitas enamoradas…” no pudo ser otra cosa que “encantador”; y “Un poco loco”, con su ritmo mexicano de son jarocho, fue, como no, una divertida y animada locura.

Y también una máquina de escribir

Como seguía sin resolverse el misterio de las cuatro notas, Doña Blanca de Larga Duración quiso buscar consejo en su maestra Carmen Teclara y le pidió a su secretaria que escribiera una carta. Fue el momento el que la Orquesta Metropolitana interpretó la famosa y divertida obra La máquina de escribir,del compositor norteamericano Leroy Anderson, un músico al que le gustaba introducir en sus obras el sonido de objetos cotidianos (de hecho, compuso otra obra dedicada al reloj despertador). El instrumento solista era, por tanto, una máquina de escribir y la que se sentó a escribir en ella marcando el ritmo con las teclas, fue una de las percusionistas de La Metropolitana, Alba Vivas. Aunque los niños de hoy son más de teclados que de máquinas de escribir, la obra resultó muy llamativa para ellos y la siguieron con mucha atención.

Resuelto el misterio

El relato continuó con más incidentes: Doña Leonor Anch, que también entró en la sala, trataba de calmar el llanto de su bebé con una nana, la «Barcarola» de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach, con las voces del coro y la orquesta de juguetes. Y llegaron canciones tan divertidas como “El gallo y la pata” de La Granja de Zenón, con su ritmo latino, hasta que, por fin, la directora descubrió la manera de resolver el misterio de las cuatro notas. Decidió retomar la partitura y ver qué pasaba si comenzaba en el segundo compás saltándose esas dichosas primeras notas. Tocaron y todos sacaron su móvil. Esto era lo que pasaba. En cuanto sonaban las cuatro primeras notas, pensaban que estaba sonando un móvil y lo buscaban. Para no tener ese problema, inventaron un parking de móviles para poder dejarlos aparcados durante ensayos, estudios, clases o reuniones familiares. El concierto terminó con una obra sinfónica: “En la gruta del Rey de la Montaña”, uno de los pasajes más conocidos del Peer Gynt del compositor noruego Edvard Grieg, que compuso para la obra de teatro del mismo nombre de Ibsen.

Que lo baile, que lo baile

Fueron muchísimos los aplausos y muchos los bises pues, a pesar de que se acercaba ya la hora de comer para muchos peques, nadie salía de la sala. Sonaron las canciones de Lady Bug y La patrulla canina y, por supuesto, “Vivan los clásicos”, magnífico potpurrí de A. Vivas con el que disfrutan (y cantan) los mayores (D’Artacán y los tres mosqueperros, Heidi, La abeja Maya, Marco… hasta terminar con aquel “Vamos a la cama que hay que descansar”).  Y aún hubo unos minutos para otro divertido recorrido por canciones infantiles y tradicionales que todo el mundo cantó, bailó y acompañó con palmas: “El patio de mi casa”, “Este puente va a caer”, “Que lo baile, que lo baile”…  “Con una mané en una orejé y la otra mané en la otra orejé” terminó el concierto más peculiar y colorido de la temporada del Grupo Talía. Las puertas se abrieron y el murmullo curioso de las preguntas y comentarios de los niños se desvane.